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Cuentos especiales de gente común: Sutera, Villa S. Giovanni y Riace

Durante el largo viaje de la autocaravana de Overthefortress encontramos, entre muchos ejemplos de mala acogida, también algunos ejemplos de buena acogida.

El sistema SPRAR, Sistema de Protección para solicitantes de asilo y refugiados, constituye una red de centros de “segunda” acogida, dirigida a los solicitantes y a los titulares de protección internacional. Cada centro SPRAR tiene como objetivo ofrecer medidas de asistencia y de protección destinadas a cada beneficiario, así como promover la integración del mismo ayudándolo a ser nuevamente autónomo.

Durante nuestro viaje hemos visitado algunos pueblos italianos que apoyan los proyectos SPRAR y precisamente en Sutera (Sicilia), en Villa San Giovanni y Riace (Calabria) hemos encontrado algo que merece la pena contar.

Sutera es una pequeña aldea en el interior de Sicilia encaramado en una de las pocas montañas de la zona. Gracias a su buena posición en las rocas, desde el pueblo se tiene una vista preciosa. La pequeña aldea, con más o menos mil habitantes, es sede de un proyecto SPRAR dirigido por la asociación I Girasoli, la que ha elegido administrar solo proyectos de ese tipo, en Sutera y en Caltanissetta.

Sutera acoge ya desde años unas 40 personas, que se dividen en 10 familias con un modelo de acogida general.

Como nos cuenta Giuseppe Grizzanti, alcalde del pequeño pueblo en Sicilia, al comienzo la preocupación práctica era encontrar un edificio bastante grande para acoger a todos los migrantes.

Entonces se ha decidido asignar una casa a cada familia y la despoblación de Sutera lo hizo más fácil.

Así no se ayudan solo a las familias, que después de mucho tiempo pueden tener un espacio para su intimidad, sino también a la sociedad misma. Se crean nuevas relaciones entre vecinos, pero con vecinos diferentes de lo común. Sin embargo parece que el diferente color de la piel, las diferencias lingüísticas o la cultura no sean un obstáculo.

Muchos de los ciudadanos de Sutera han acogido realmente a los solicitantes de asilo que proceden de países africanos. Por ejemplo, es algo normal dejar a los niños de los recién llegados, los que han venido del mar o que nacieron en estas casas, en la pequeña tienda de comestibles donde la vieja dueña está muy contenta de poder volver a estar con los “nietos pequeños”.

Santa Lombardi de la asociación I Girasoli y servicio para inmigrantes de Caltanissetta nos cuenta que durante las festividades las familias más sensibles de Sutera invitan a los migrantes a cenar con ellas. Estas personas, de hecho, dan a estos pueblos, que están lentamente desapareciendo, nueva vida. Todos nos dicen que el número de los habitantes está disminuyendo y en las puertas vemos muchos anuncios de venta.

Aunque el pueblo es pequeño y algunos entre los migrantes vivían en ciudades grandes y metrópolis como Trípoli o Addis Abeba, de cualquier modo ahora son felices de vivir aquí.

Lo que el SPRAR les ofrece incluye la acogida, actividades de orientación social y de trabajo, ayuda con la asistencia sanitaria, alfabetización y enseñanza del idioma español, tutela legal, apoyo a los padres y ayuda escolar.

Por lo que se refiere al trabajo, el objetivo que quieren alcanzar es que, después de un primer periodo en que los migrantes tienen un sueldo financiado en parte por el proyecto SPRAR, se les contraten de manera regular y lleguen a ser así independientes. Muy importante es también la intervención de los mediadores culturales que se dan cuenta de las diferentes competencias que tienen los migrantes, así que los pueden orientar hacia los ámbitos de trabajo donde se valoricen más.

Otro ejemplo de una acogida virtuosa lo encontramos en Villa S.Giovanni en la provincia de Reggio Calabria. Aquí encontramos a Ruggero Marra y a sus otros compañeros que trabajan en el centro SPRAR.

Muchos de ellos forman parte también del centro social Nuvola Rossa que, por el trabajo de proximidad del centro social, les ha permitido vivir una grande experiencia intercultural y que sigue permitiendo una visión y una red más amplia respecto a los programas de inclusión social.

Incluso en este caso se ha optado por la acogida general. Los migrantes viven en 4 pisos diferentes, en grupos de 6 u 8 personas cada piso. Pueden cocinar lo que quieran y cuando quieran, siguen cursos de italiano y reciben asistencia médica gracias a un operador sanitario que participa al proyecto. Se les ofrece incluso asistencia legal para la solicitud de asilo, las prácticas burocráticas y la posibilidad de trabajar. Como pasa en Sutera, los migrantes tiene inicialmente la posibilidad de hacer prácticas y después, en la mayoría de los casos, reciben un contrato de trabajo oficial. Hemos conocido a Yasuf, un chico iraní que ha llegado a ser un campeón de lucha libre. Un entrenador de Villa lo entrena y en este deporte ha vuelto a encontrar su pasión.

Sin embargo, hay un lugar que supera todos los límites de la acogida virtuosa: Riace.
Un pequeño pueblo de Calabria conocido en todo el mundo come un ejemplo de integración. En cuanto llegamos nos quedamos sorprendidos: no necesitamos buscar la sede del proyecto SPRAR para tener una idea de lo que pasa en este pueblo.

La primera cosa que vemos son estatuas, pinturas y grandes murales de muchos colores que representan las tragedias de los pueblos migrantes, como los kurdos, los palestinenses o procedentes de algunos estados africanos. Es raro ver estatuas en madera, típicamente africanas, en el centro de una aldea de Calabria. Un cartel en la plaza explica que más de 20 nacionalidades diferentes conviven en el pueblo: turcos, kurdos, palestinenses, libaneses y muchos más.

Cerca dell típico anciano calabrese que vende hortaliza en el maletero de un viejo Fiat Panda y que habla dialecto, está sentada una joven madre senegalese que tiene su niño recién nacido con una banda en la espalda. Al otro lado de la plaza una mujer que lleva un hiyab – no se sabe si proviene de Oriente Medio, Pakistán o Afganistán – saluda a un anciano kurdo turco.

Es el mismo alcalde, Domenico Lucano, que nos cuenta cómo nació el “modelo Riace”. Nos da la bienvenida en la oficina del proyecto SPRAR, donde transcurre su tiempo libre.

Al principio parece un poco fastidiado, no es el primero que nos dice que son muchos los periodistas que van ahí para escuchar la historia del lugar. Sin embargo, poco a poco, nos reconoce como activistas y no como periodistas y adquiere energía y entusiasmo en su discurso.

Al final nos ofrece incluso un lugar donde dormir, una casa destinada a los huéspedes del Ayuntamiento, y donde comer, uno de los edificios que el ayuntamiento ha destinado a la acogida de menores. Durante la cena hemos conocido a muchos de estos menores. Lian llega de Senegal y nos cuenta su historia: sus padres murieron cuando era pequeño y la hermana mayor se ocupó de él en Gambia. Más grande decidió partir y tras un viaje muy largo, entre prisiones y violencias, llegó a Italia. Transcurrió algunos meses en Crotone y después la fortuna lo llevó a Riace. Nos cuenta que aquí ha conocido a muchas personas buenas y que ahora puede ir a la escuela y trabajar. Lian es un chico de 17 años.

Esta experiencia nace sin duda por caso o por “destino”, como dijo el alcalde.
Un auténtico velero llegó en el lejano 1998 en las playas de Riace marina: llevaba consigo 300 migrantes kurdos que habían huido de Turquía. La población de Riace, o al menos una parte, mostró su apoyo a los recién llegados e intentó alojarlos como posible. Contribuyó a la creación de esa relación el hecho de que muchos entre los kurdos pertenecían al PKK, grupo revolucionario que sigue la doctrina de A. Ocalan, y que algunos, como por ejemplo el alcalde, tenían entonces ideas (a lo mejor utopías) muy similares. De hecho el alcalde nos cuenta que entonces estaba enlazado de manera muy estrecha con los movimientos de la izquierda extraparlamentaria.

Como en Sutera, también en Riace el fenómeno la la emigración era muy frecuente y muchos habían dejado todo para trasladarse a otro lugar, muy a menudo a Argentina. Este es uno de los aspectos importantes porque justo estas viviendas se utilizan ahora para la acogida. Las personas que sabían que no iban a volver a Riace, apenas llegaron a saber lo que había pasado, llamaron al Ayuntamiento para poner a disposición sus casas vacías.

Todo eso pasó mucho antes de la existencia de un programa nacional para los solicitantes de asilo, por lo tanto tuvieron que resolver la cuestión sin ayudas.

Puesto que no había electricidad, la población distribuía muchas velas. Fue un grande cansancio, cuenta el alcalde, pero también una grande satisfacción cada vez que en una casa vacía volvió a relucir una luz.

De ahí en adelante el proyecto siguió creciendo, utilizando en repetidas ocasiones los recursos ofrecidos por el Estado, en primer lugar el Servicio Nacional Asilo y después el Servicio central del SPRAR. Ahora en Riace alta viven 590 personas: la mitad son migrantes y el porcentaje aumentará.

El sindaco, de hecho, ha sido muy claro: el límite de tiempo previsto por el proyecto SPRAR no es verosímil – en su opinión todos deben quedarse durante el tiempo que necesiten para llegar a ser independientes – y tampoco hay un límite de números. Cierto es que el SPRAR también tiene ventajas para la economía del territorio.

El Ministerio del Interior eroga regularmente dinero para cada migrante acogido. O, más bien, lo promite regularmente. De hecho pasa muy a menudo que el director del proyecto SPRAR, en cualquier lugar, tiene que adelantar el dinero para los gastos corrientes y los sueldos de los operadores sociales, mientras que espera los reembolsos que llegan después de meses: tardan hasta los seis, ocho o más meses.

Quien no se puede permitir pagar por adelantado se ve obligado a pedir un préstamo a los bancos. Muchos centros de acogida, entre los que está también el CARA de Mineo, tienen un acuerdo con Banca Etica para la anticipación de dinero, por supuesto con intereses por parte del banco.

Riace nos sorprende otra vez por lo que se refiere a eso: de hecho se ha decidido, para solucionar este problema, acuñar una nueva moneda provisional.

Se trata de una moneda local solo para los solicitantes de asilo que sustituye el dinero que debería llegar del Ministerio. En los billetes están las ilustraciones de Peppino Impastato, Martin Luther King y Che Guevara, y también las ilustraciones de Charlie Chaplin, Berlinguer e incluso las de Sacco y Vanzetti. Los negociantes locales la reciben y, cuando el Ayuntamiento recibe los fondos que esperaba del Ministerio, ellos llaman a la puerta de la tesorería del Ayuntamiento.

Por supuesto hay gente que no aprecia este método, que a menudo tiene retrasos, y más en general esta visión del futuro. Pese a esto, Domenico Lucano es feliz. Nos cuenta con satisfacción que entre abril y mayo cada día hay un grupo de escolares que visita el pueblo. Añade que el pueblo ha adquirido nueva vida gracias a los migrantes y, subraya en diversas ocasiones mientras hablamos, “no desde un punto de vista económicos sino en términos de riqueza social”. El Ayuntamiento no es una empresa que tiene que generar beneficios, incluso con poco dinero tiene que estar satisfecha si consigue reactivar y rellenar la vida social de sus ciudadanos. Esto es justo lo que pasa en Riace, sobre esto no cabe dudas.

Nuestras palabras no son suficientes para describir estos lugares, donde muchos colores viven juntos en armonía. Con respecto a los artículos precedentes, a los cuentos de los centros de identificación o de los CARA y CAS, este parece un mundo fantástico, utópico.

Y sin embargo es la realidad, la buena acogida es posible, la convivencia es posible. Las situaciones de emergencia en los centros de acogida repletos que propone el Gobierno italiano son consecuencias de las elecciones equivocadas para la gestión de los flujos de migrantes, elecciones políticas que no se basan en las necesidades reales. Es posible encontrar una manera de convivir en nuestras ciudades con personas de diferentes procedencias, idiomas y culturas.

No son lugares especiales, tienen que ser lugares normales.