Per la libertà di movimento, per i diritti di cittadinanza

Ni barreras, ni exclusión: por una Europa de la hospitalidad y de los derechos

Cualquiera que hoy esté de la parte de quien emigra, porque entiende cuales son las motivaciones que empujan miles de personas a dejar la propia tierra para intentar de llegar a Europa, sabe que el camino será siempre más intransitable. Ante la más grande emergencia humanitaria después de la segunda guerra mundial, que ve una diáspora de generaciones enteras desde su lugar de origen, las políticas europeas han fracasado dos veces: la primera, porque no han garantizado un acceso seguro al continente, concentrándose solo en el modo de bloquear las salidas de migrantes, haciendo alianzas y sosteniendo las dictaduras del otro lado del Mediterráneo. La segunda, porque en vez de asumir con responsabilidad el legado de las tragedias y de las guerras en curso gestionando el flujo de personas que llegan y asegurando el respeto de los derechos fundamentales y la hospitalidad, han renunciado a su rol de guía y reforzado la idea que se tratase de una invasión a la cual era necesario reaccionar mediante la construcción de muros y barreras.

El fracaso de las políticas europeas en materia de inmigración es entonces una vorágine que deja enorme espacio para el retorno de nacionalismos y racismo: este fenómeno degenerativo da vida a un retroceso del debate que recuerda los períodos más oscuros de la historia. Países que hasta hace pocos años eran considerados intransigentes defensores de los derechos humanos, hoy, para contentar las retóricas securitarias y la panza de los electores, proponen leyes restrictivas sobre el derecho de asilo y anuncian expulsiones y deportaciones en masa, reactivando los controles en las fronteras nacionales o alzando redes metálicas y alambre de púa.

Alemania misma, considerada el año pasado por muchos analistas como el país más progresista, por haber dejado en stand-by el ineficaz Reglamento de Dublin recibiendo a la mayor parte de los migrantes provenientes da la ruta de los Balcanes, hacia fines de Enero ha propuesto una ley de restricción del derecho de asilo que en caso de aprobación limitaría por dos años la reunificación familiar.

La fase seguramente cambió y resulta difícil hacer previsiones sobre la velocidad con la que evolucionará: la proliferación de pensamiento crítico y de iniciativas para denunciar la fortificación externa de las fronteras europeas y las tragedias previsibles del mar, habían ya puesto en discusión la narración hipócrita de una Europa receptiva y solidaria. Las muertes en el mar se habrían evitado si las instituciones europeas hubieran escuchado las peticiones para abrir un canal humanitario seguro realizadas puntualmente por organizaciones sociales y ciudadanos europeos. Las respuestas, sin embargo, siempre se limitaron a unas pocas palabras de condolencia y funerales vacíos.

Hoy son los mismos países miembros que no hacen nada por esconder aquello que antes lograban hacer invisible entre los pliegues de la normativa sobre inmigración. No se escucha ninguna voz fuera del retórico coro europeo que culpa a quienes escapan de la guerra y de la miseria: lamentablemente se está expandiendo como metástasis y si aún no hace ver todo su horrendo potencial, está igualmente minando la base del pacto social y la idea humanitaria sobre la cual se basaba la Unión Europea. En este tipo de contexto las decisiones políticas a las cuales nos tendremos que habituar serán fuertemente centradas en el cierre de fronteras y tendrán repercusiones en el plano jurídico y social.

Por todo esto, resulta imprescindible focalizar las múltiples y articuladas realidades que están resistiendo a la desumanidad actual. Las iniciativas de solidaridad, de hospitalidad y de rechazo a este sistema de exclusión obligada, son las únicas respuestas que pueden generar una ola de contraste y renovar un clima social y político distinto en el cual haya espacio para los derechos de todos y todas.

No queda más que tratar de escuchar la voz y las peticiones de aquellas realidades que están de la parte de los migrantes y que practican formas de resistencia e iniciativas de solidaridad y hacer que se transformen en un coro plural de discursos en público, protestas y manifestaciones. No se parte de cero en esto, al contrario, existen muchísimas experiencias de activismo que diariamente trabajan junto a los migrantes y que mezclan solidaridad, lucha por la libertad de circulación y esperanza: desde las islas griegas hasta las zonas de frontera, desde los barrios de las metrópolis hasta los pequeños pueblos. Hay que encontrar la manera de contar estas experiencias y de reforzarlas: desde las redes de mutualismo hasta las luchas por obtener los derechos de ciudadanía existe una importante red de sujetos, que se organiza para afrontar las fallas de un sistema que está fracasando. Todo esto representa una narración común de compromiso y solidaridad, de propuesta y movilización social que nace de abajo y que ya está generando otro mundo, otra sociedad.

Como Proyecto Melting Pot Europa intentaremos hacer nuestra parte dando espacio y destacando todas aquellas iniciativas y movilizaciones que en las próximas semanas tendrán lugar en Europa, Italia y en las fronteras de la ruta de los Balcanes.
Desde el sábado 27 de Febrero, jornada europea de movilizaciones en las fronteras y en las ciudades europeas, hasta la jornada del 1° de Marzo y después, daremos la palabra y la visibilidad a todos aquellos que no se acostumbran a la miseria y que no consideran este presente irremediable.

Redazione

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