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África como Europa: es mejor dejarlos morir que establecer un precedente

En este momento hay 400 hombres en medio del mar sin agua ni comida. Probablemente habrá mucho más, estos 400 seguro. Llevan cuatro días enfrente de las costas de Mauritania, según lo que ha escrito Cinzia Gubbini en el artículo publicado en nuestra página web el 7 de febrero.
Hemos intentado buscar otras informaciones, leer todos los periódicos de hoy y de ayer esperando que alguien se ocupara, si no de las novedades, por lo menos de la noticia. En cambio, en el mar de la prensa tratada, donde encuentran espacio cartas de mujeres indignadas hacias sus poderosos maridos o cualquier otra noticia de poco valor capaz de despertar la curiosidad morbosa del lector, ni una sola palabra han gastado sobre el tema.
Así, de momento, es imposible añadir alguna noticia más respecto a lo ya publicado en el Manifesto. Y sobre esta falta, a lo mejor, se podría escribir un artículo, sobre todo para expresar parte de nuestra indignación y de nuestra tristeza.
Es obvio que la memoria nos haga acordar de otros accidentes más famosos de este tipo, entre otros el del buque Cap Anamur que interesó nuestro País y a alguno de nosotros. Pero la verdad es que muchas cosas han cambiado desde entonces. En 2004 era posible todavía que noticias como ésta pudieran provocar ruidos, que alguien pudiera contar la historia de náufragos migrantes que arriesgaban su propia vida y que alguien más pudiera escucharlos.
Claro, igual que hoy, entonces no había un buen final.
Igual que hoy, entonces todo acababa casi siempre con la detención administrativa y con las deportaciones, o con la muerte.
Pero a lo mejor no era posible todavía hablar con tanta indiferencia de cientos de seres humanos, de manera tan abierta y sin vergüenza, seguros, en cambio, de recibir aprobaciones.

Hace 4 días que 400 hombres, en un buque desprovisto de ayudas humanitarias como era la Cap Anamur, están perdidos en el mar sin agua ni comida. Viajan en un buque no muy seguro, como la mayoría que salen aun sabiendo que existen pocas posibilidades de llegar a destino. Casi todos son asiáticos. Ya han recorrido casi todo el mundo.
La última etapa de su Odisea ha sido probablemente Guinea Conakry, y ahora se encuentran delante de las costas de Mauritania, exactamente enfrente de la ciudad de Nouadhinbo cuyos abitantes, en los últimos años, han conocido el trastorno causado por el hecho de convertirse de repente en territorio de tránsito para los ciudadanos subsaharianos directos a Europa.
África está cambiando, con sus fronteras. Las fronteras no sólo cruzan las tierras sino también las transforman. Las políticas y las necesidades económicas de Europa (siempre muy relacionadas entre ellas) todavía están, como ocurría durante el periodo colonial, cambiando este inmenso, riquísimo y devastado continente.
Decidir a Madrid que Marruecos debería de hacerse País guía en la lucha contra la inmigración clandestina y que tenga que cerrar sus fronteras, significa otorgar a otros Países la función que Marruecos tenía antes en el caminos de las migraciones.

La frontera se mueve. Del Mediterráneo al Sahara y con ésta los Países también cambian. Es por esta razón que delante de la discusión diplomática para decidir quien se tiene que encargar a acoger a estos 400 náufragos, nos quedamos boca abierta después de escuchar las declaraciones del Ministro de asuntos exteriores español, mauritano, senegalés: son idénticas. Nadie los quiere “para no establecer un precedente”.
Además, entre los náufragos no hay ni mujeres ni niños y en consecuencia habrá menos reacciones emotivas de la opinión pública a las que prestar atención. Todos discuten sacando leyes internas y artículos del derecho internacional. Africanos igual que europeos, a nadie le importa que 400 seres humanos ahora mismo estén abandonados en medio del mar.
O es por culpa de las crueles leyes de este sistema que no permiten preocuparse por este problema.

Los migrantes han abandonado el camino por Marruecos decidiendo pasar por Mauritania y por Senegal.
Ultimamente, desde que estos dos Países juntos también colaboran en proyectos de vigilancia de las costas y de detenciones administrativas, las pateras directas a España salen incluso desde Guinea.
Así las migraciones contribuyen, a través de su manera de “gestionarse”, a volver a dibujar nuevos mapas geopolíticos del inminente futuro.
Cambian las fronteras, cambia el actitud de los Países interesados, y también cambia el camino de los migrantes. Para cada camino cerrado se abre uno nuevo, no obstante muchos siguen muriendo. Es una guerra, una revolución y su contrarevolución que no consiste en el bloquear fisicamente, en serio, estos miles de hombre y de mujeres en viaje, sino en extenuarlos, agobiarlos, permitir que lleguen a nosotros en las condiciones establecidas en esta otra parte del mundo.
400 hombre, en este momento, están abandonados en medio del mar. A nadie le importa. Son efectos secundarios.

Alessandra Sciurba, Melting Pot