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Pescadores en seco, traficantes por obligación

Migrantes en la red

Por Stefano Liberti
Mbour (Senegal)

La UE saquea la pesca del Senegal, los senegaleses parten hacia Europa. En las aguas senegalesas los recursos pesqueros escasean. Culpa de la pesca ilegal llevada a cabo por las barcas europeas y asiáticas. Asediados por las deudas, los pescadores se convierten en transportistas de emigrantes hacia las Islas Canarias. A Mbour todos sueñan con Europa. A pesar de los naufragios y de las miles de personas repatriadas desde Madrid. “apenas se calme el mar, volveremos a partir”.

“Cuando vi la bandera de Senegal empecé a llorar”. Sentado bajo la sombra de un tejadillo en el puerto de Mbour, 100 kilómetros al sur de Dakar, Dauda recuerda su efímera estancia europea “partimos de noche en una patera. Después de 10 días en el mar, llegamos a Canarias. Estábamos agotados. Los españoles nos socorrieron, nos acogieron en un centro y nos nutrieron. Después, pasada una semana, nos señalaron un avión. “suban, los llevamos a Madrid” nos dijeron. Pero después de 2 horas aterrizamos en Senegal.

Dauda y sus compañeros de viaje fueron los primeros en experimentar los efectos del acuerdo de repatriación entre Madrid y Dakar. Los dos países firmaron el acuerdo durante los días en que ellos eran en el mar, a la intemperie combatiendo por llegar hasta las costas europeas. Estaban convencidos de estar siguiendo los pasos que en los meses anteriores habían recorridos sus compatriotas; el viaje en patera, la llegada a las Islas Canarias, el traslado al centro de acogida y por ultimo la libertad como clandestinos en el continente. Pero por el contrario se encontraron en el punto de salida. Solo que con un agravante más: “ahora tengo que encontrar los 400 mil francos Cfa (aprox. 650 euro) que me prestaron para el viaje”. Comenta desconsolado Dauda.
El hombre, de unos 40 años, robusto con una mirada viva, se había embarcado con otros 88 compañeros. Eran todos amigos y conocidos. Su viaje era un viaje auto-gestionado “juntamos el dinero entre todos, con el que compramos la patera y los dos motores. Partimos el pasado 22 de mayo. Dos semanas después, estábamos otra vez aquí.” A su lado, Abubakar y Abdullaye escuchan en silencio.
Ellos también estaban arriba de aquel bote de madera, ellos también se encontraban arriba del avión que voló hacia el sur con el engaño. No hablan francés, pero logran de todas formas expresar su contrariedad. “C’est pas juste”, murmuran moviendo la cabeza. Hoy, los 89 viajeros desafortunados constituyeron una asociación, llamada “Retour travail dignité”.
Esperan poder acceder a los fondos que la cooperación española prometió a Senegal a cambio del acuerdo de repatriación. Pero aún no hay noticias de este dinero. “Los usó Wade (el presidente recientemente reelegido ndr.), para financiarse la campaña electoral”, declara seguro Dauda. “Barcelona o muerte!”.
A Mbour, Europa está en la boca de todos. Desde acá en los meses pasados salieron decenas de botes que, en cinco-siete días, llegaron con sus cargas humanas a las costas de las islas Canarias españolas, a más de 1.500 kilómetros de distancia. No siempre, de todas formas, llegaron a destino: un número no precisado de barcos se perdió en el camino, tragados por el mar con todos sus pasajeros. Una perspectiva que no asusta a los candidatos a la emigración: el eslogan “Barça o Barsar», «Barcelona o la muerte», en idioma wolof, ya se convirtió en un grito de batalla entre los jóvenes senegaleses. Un grito que viene lanzado como un guante de desafío hacia España y su política de fortalecimiento de los controles para impedir los desembarcos.
En este frente, Madrid es hiperactiva: antes ejerció presiones sobre Marruecos para blindar las costas atlánticas y mediterráneas del reino alauita. Luego, cuando los puntos de partida se trasladaron más al sur (en Mauritania, en Senegal, ahora también Guinea Bissau y Guinea Conakry), adoptó otra técnica: firma acordes con los países de origen de los migrantes, pide ayuda europea para la vigilancia de las costas (una ronda de aviones y naves coordinada por Frontex, la agencia para el control de las fronteras de la Unión, es activa localmente a partir del verano pasado), rechaza los migrantes recién llegados, para evitar la ola. Pero la llamada es fuerte; los cuentos de quien pudo llegar representan una atractiva irresistible: según los datos publicados por el gobierno español, el año pasado alrededor de 30 mil personas llegaron por mar a las costas de Canarias.
Contrabando en Las Palmas
“Aquí no hay nada que hacer. Muchas veces trabajamos y tenemos perdidas”. En el puerto de Mbour, Dauda y sus compañeros forman parte de la larga cadena de intermediarios y compradores que compone la cadena del mercado del pescado en Senegal. Compran de los pescadores artesanos y revenden a grandes comerciantes a un precio mayor, esperando conseguir una ganancia. En la grande plaza, que es también el principal centro de intercambio y de recogida, la actividad está en plena actividad. Pulpos, sepias, doradas, meros, sardinas, sargos. Cajas llenas pasan mano por mano. Los pescados vienen luego divididos en función del destino: las especies más preciadas a los mayoristas, que las enviarán con el primer avión a Europa o a Extremo Oriente; las más pobres, como las sardinas, en el mercado local.
Sin embargo el pescado ya escasea. Y a menudo los pescadores vuelven a sus casas con las manos vacías: con lo que encontraron, a veces, ni pueden cubrir los gastos de la gasolina consumida en el día.
“Europa no puede cerrar los ojos frente a esta tragedia”, dice Gaoussou Gueye, presidente del Conseil interprofessionel de la pêche artisanale au Sénégal (Conipas), grupo de asociaciones que defiende los derechos de los pescadores artesanales. “Si hoy hay menos pescado, es sobretodo por culpa de los países del Norte: son los barcos europeos y asiáticos que vienen aquí a sotraer recursos pesqueros en nuestras costas, a menudo de forma ilegal, aprovechando de la ausencia de controles. Es inútil esconderse detrás de un dedo: todos saben que los pescadores ilegales del mar establecieron un mercado en Las Palmas, en la isla de Gran Canaria”.
Entre pesqueros ilegales con banderas prestadas, barcos que pescan cantidades mayores de las permitidas y se acercan excesivamente a la costa, técnicas destructivas (como las redes de arrastro o la dinamite), los pescadores artesanales senegaleses están en el pleno de una crisis feroz. Gracias a la presión de las asociaciones de categoría durante el año pasado, aprovechando además la coyuntura electoral, Dakar no renovó el acuerdo pesquero firmado con la Unión europea. “Obtuvimos esta victoria.
Pero el problema principal, en todas las costas de África occidental, es la pesca ilegal. No hay control. Europa no puede cerrar un ojo cuando sus barcos nos roban el pescado y luego quejarse cuando nuestros jóvenes parten hacia las islas Canarias. Sobretodo considerando que entre los dos fenómenos existe una correlación directa”, concluye Gueye.
En el puerto de Mbour la correlación directa es muy evidente: los grandes botes que apuntan hacia el mar son los mismos que se ven llegar en las costas españolas; las historias de pescadores en plena crisis que se reconvirtieron en transportadores de migrantes son historia corriente. “Es normal: el dueño de un barco puede llegar a pedir hasta 400 mil francos Cfa (alrededor de 650 euros) por cada pasajero. Si multiplicas por 80 pasajeros, obtienes más de 30 millones de francos. Entre el costo del bote, la gasolina, dos o tres motores, los chalecos salvavidas y el GPS, el viaje puede costar en total 10 millones. La ganancia es enorme”. Pierre-Louis sabe de lo que habla. Trabaja a cien metros de la grande plaza donde viene vendido el pescado, en el astillero de los barcos.
Apoyado al interior de su última criatura – una gran canoa de treinta metros, cuyo casco está taraceado y embellido de decoraciones de colores – hace cálculos y cifras. “Los viajes se organizan a la luz del día: no es posible que la gendarmería no se haya dado cuenta que, el año pasado, la demanda de barcos nuevos haya aumentado del 200 por ciento. Y que, de repente, los chalecos salvavidas se convirtieron en mercancía rara en el puerto”. Gran negocio para el que tiene un poco de capital para invertir, única oportunidad para los pescadores endeudados hasta el cogote (que pudieron de esta forma cubrir inmediatamente sus problemas de presupuesto si su barco era de propiedad, o viajar gratis como pilotos si era de otro dueño); la partida hacia las Canarias representa la última salida para una población que lucha entre la indigencia y la falta de perspectivas.
Las ilusiones de Madrid
Hoy en Mbour todo es silencio. Hace un tiempo las partidas, y por ende las llegadas a España, disminuyeron. Madrid está convencida de que su política de control, de acuerdos de repatriación y de promesas de financiación para proyectos de cooperación, sea exitosa. Pero Pierre-Louis es perentorio: “España no se haga ilusiones. Esta, simplemente no es la temporada. Apenas empieza de nuevo la estación de las lluvias y la mar se calmará, la ruta será nuevamente accesible y retomarán con todo las salidas”.

* Ver también:
Gli aiuti del Senegal ai respinti
Dal mare e dal cielo
Fuente – “Il Manifesto” del 4 de abril 2007