Per la libertà di movimento, per i diritti di cittadinanza

da La Jornada dell'9 aprile 2006

Toma las calles de EU debate sobre la reforma

El debate sobre migración, que fue suspendido en el Congreso, ahora está en las calles, y son los legisladores, no los indocumentados, el tema de la discusión.

Mientras los senadores se dedicaban a su gran debate en esta capital, otro ocurría en las cocinas, en las calles, en los restaurantes, en el metro, por todas partes y en varios idiomas, por toda la ciudad.

“Nos vemos el lunes en la marcha, ¿verdad?”, pregunta en español la mujer boliviana al servir café a un periodista en esta capital. Aquí y en varias ciudades, la radio local convoca a la gente -en sus idiomas- a las calles el 10 de abril. Los legisladores regresarán esta noche a sus estados para el descanso de “pascuas”, pero ahí se encontrarán con otro debate: uno sobre ellos y su comportamiento.

Muchos de los distinguidos políticos, tan altamente calificados en las artes de la retórica, la legislación y las maniobras parlamentarias, no se han dado cuenta, pero mientras debatían sobre la migración, los indocumentados lo hacían sobre ellos. Y mientras se argumentaba si colocar o no un muro alrededor de éstos, los migrantes ya han rodeado, físicamente, a buena parte de la clase política estadunidense.

En esta capital, como en tantas ciudades y pueblos a lo largo y ancho del país, los legisladores y sus asesores -sin importar si son promigrantes, antimigrantes o algo en medio- no pueden comer, transportarse, ir de compras, reparar sus aparatos, coches y casas, o vestirse bien sin los trabajadores extranjeros.

Su vida, en manos de extranjeros

En Washington, cada vez que un político aborda un taxi casi siempre su vida está en manos de un africano (etíope, nigeriano o de Eritrea) o un árabe que estarán al volante. Cada vez que pida una ensalada y un buen steak para cenar o desayunar, quienes cosecharon la lechuga y el jitomate, quienes procesaron su carne y tocino, cocinaron su alimento y limpiaron sus platos y servilletas, son migrantes.

Cuando compra algo en la tienda de la esquina, cuando lleva algo a la tintorería, cuando regresa a su casa u oficina y está limpia, ese político está en manos de extranjeros en esta ciudad, como lo está cuando regresa a cualquiera de los 50 estados de la unión.

Una camioneta pasa a dos cuadras de la Casa Blanca con una canción ranchera a todo volumen, mientras los sándwiches de la comida para los políticos que paseen por la calle M serán preparados por nicaragüenses. Los políticos en Washington pueden ir a probar las cocinas de Africa, Asia y América Latina (desde la mexicana y salvadoreña, hasta la argentina y la peruana) a unas cuadras de sus oficinas. Pero también en cualquier restaurante estadunidense fino, en la cocina, detrás de las puertas, encontrarán desde chefs y lavaplatos hasta dueños de estos lugares, todos migrantes.

El hecho irónico es que mientras los legisladores debaten a cuántos de éstos se les dejará trabajar aquí, cuántos serán expulsados, a cuántos más se les permitirá ingresar legalmente, cuáles serán sus derechos, con cuánto se les multará por laborar sin papeles, y más, al parecer pocos se dan cuenta de que están rodeados de quienes tanto hablan, y que cientos de miles de éstos ya dejaron de escuchar únicamente y decidieron que ellos también tienen derecho a la palabra, y salieron a las calles, desde sus trabajos y escuelas.

Y esto ha cambiado todo. Como había dicho el experto Demetrios Papademetriou, director del Instituto de Políticas de Migración (MPI, por sus siglas en inglés), lo que ha ocurrido es la “democratización de la política migratoria”. Es decir, los indocumentados ahora participan en el debate sobre su destino, del cual estaban excluidos.

Este lunes 10 de abril, que ha sido proclamado Día Nacional de Acción por los derechos de los migrantes, por una amplia coalición de sindicatos, organizaciones de indocumentados, defensores de derechos civiles, iglesias y más, se calcula que habrá acciones en demanda de la dignidad y respeto a los migrantes en más de 70 ciudades, incluyendo esta capital. Según algunos de los organizadores, como la central obrera AFL-CIO y el sindicato nacional SEIU y HERE, podría ser “la movilización más grande de la historia sobre los derechos de los migrantes”.

Aunque el debate en la cámara alta quedó en el aire sin resolución, el debate en las calles continúa cambiando este país.